EMBAJADORES DE JESUCRISTO (Parte 3)
HACIA UNA MAYOR COMPRENSIÓN DEL CRISTIANISMO UNIVERSAL
Introducción:
SEMBRAR LA SEMILLA DEL REINO, es actuar sin temor, sin duda ni murmuraciones; porque no tememos actuar en todos los espacios donde hay tinieblas, conforme lo hizo Jesús, sin temor a “contaminarse” (Luc 5:3032), porque “en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (Jn 4:18), porque debemos ser cabeza y no cola (Deu 28:13). De esta manera, gozamos en el éxito como en las tribulaciones, las bendiciones y promesas del reino. “Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios que no haya de recibir mucho más en este tiempo y en el siglo venidero la vida eterna”. (Luc 18:29-30).
Por consiguiente, requerimos de absoluta fe y conocimiento de las Escrituras, constante actitud investigadora, escudriñadora, tal como nos lo enseñaron los primeros cristianos de Berea. Este es, pues, el sentido del presente texto, cuya compilación resumida de DOCUMENTOS, nos ayuden a una mayor comprensión de la fuente de nuestra identidad como cristianos. Recalco: Que ayuden; es decir que sean fuente de datos, cribados críticamente, no “aceptados” o “asumidos” acríticamente.
DOCUMENTO PRIMERO:
1. Del Libro electrónico: “ La Cultura..”, del escritor alemán DIETRICH SCHWANITZ (edición año 2006)
Martín Lutero
¿Quién era este Martín Lutero? Hijo de un minero, Lutero quería estudiar derecho, pero antes de comenzar sus estudios sufrió una crisis y, durante una tormenta, se prometió a sí mismo que, si lograba sobrevivir, consagraría su vida a la Iglesia. Después ingresó en un convento de agustinos, intentó librarse de su sentimiento de culpa mediante la ascesis, ayunó casi hasta morir y finalmente, en este estado de agotamiento, tuvo una vivencia salvífica: leyendo un pasaje de San Pablo, se convenció firmemente de que lo que puede salvar al hombre no son sus buenas obras, sino únicamente la fe en la gracia de Dios. A partir de aquí, su carrera eclesiástica se aceleró; tras una peregrinación a Roma, fue nombrado profesor en la Universidad de Wittenberg y ascendió hasta ocupar el puesto de vicario general, administrador del obispo.
La ruptura con Roma
El poder establecido reaccionó ante las tesis de Lutero con una encarnizada guerra de panfletos que contenían las amenazas de siempre: el fuego y la espada. titulado A la nobleza cristiana de la Nación alemana, Lutero recomendó desobedecer al Papa y formar una Iglesia alemana, lo que acabaría con el constante flujo de dinero hacia Roma. Al fin y al cabo, la verdadera autoridad no era el Papa, sino las Sagradas Escrituras, y además cada cual era su propio sacerdote.
Esto ya era demasiado, Lutero «había cruzado el Rubicón» (cuando César cruzó el Rubicón comenzó la guerra civil) y el conflicto era ya inevitable. Con este llamamiento de Lutero empezó el matrimonio entre la Reforma y el Estado nacional, de manera que a partir de entonces cuando alguien se convertía al protestantismo lo hacía también por razones nacionales, sobre todo en Inglaterra.
Cuando Lutero fue excomulgado, respondió con un escrito sobre La cautividad babilónica de la Iglesia: como los judíos en Babilonia, la Iglesia del Nuevo Testamento también había sufrido durante mucho tiempo el cautiverio del Papa de Roma. A partir de este momento, los dos frentes reaccionaron quemando en público las proclamas, las misivas y las bulas del otro (absolución papal, del latín «bulla»: sello). Lutero acabó afirmando que sólo se salvaría quien rechazara la autoridad papal; después fundó su propia Iglesia y excomulgó al Papa. El cisma estaba cerca.
La nueva Iglesia
Más allá de esto, Lutero convirtió la Biblia en el único criterio para determinar la validez de todo artículo de fe. Como no aparecían en la Biblia, suprimió el purgatorio, la adoración de la Virgen y los santos, así como los sacramentos de la confesión y la extremaunción. El centro de la liturgia religiosa no era ya el ritual, sino el sermón. De este modo, el sermón y la Biblia hicieron de la fe protestante una religión de la palabra y de la escritura. Contra lo que Lutero arremetió más enérgicamente fue contra la pretensión de autoridad del Papa y de la Iglesia romana. El sacerdote perdió el privilegio de ser el mediador entre Dios y el hombre, un hecho que hacía absurdo el celibato o soltería. Ahora cada cual era su propio sacerdote, lo que dio la puntilla a la autoridad de la Iglesia al ser suprimida toda su jerarquía. La Iglesia dejó de administrar la gracia divina y todas las tradiciones que había tomado del paganismo fueron eliminadas. El cristianismo volvió a ser judío.
Los anabaptistas
Por esa misma fecha aparecieron en Suiza los primeros anabaptistas. Éstos bautizaban únicamente a los adultos, esperaban la inminente venida de Cristo, practicaban la desobediencia civil y oponían resistencia pacífica a la autoridad. Algunos de ellos defendían incluso una especie de comunismo y la poligamia. Ganaron un gran número de adeptos con la misma rapidez con la que empezaron a ser perseguidos tanto por los católicos como por los luteranos. Su mensaje se extendió desde Suabia hasta Holanda y convenció al profeta Jan Mathys y a su discípulo Jünger Jan Bokelsen, de Leiden.
Poco después les llegó desde Münster el grito de socorro del pastor luterano Bernhard Rottmann, quien se sentía incapaz de resolver por sí mismo su conflicto con el obispo de esta ciudad. Ávidos de gloria y con la ayuda de Dios, los dos holandeses acudieron rápidamente y echaron de la ciudad a los mercenarios del obispo. Tras sitiar la ciudad, impusieron un régimen totalitario mezcla de ley marcial y anabaptismo, que incluía esa especie de comunismo económico y la poligamia que tanto ha fascinado a la posteridad. Como en Münster había un exceso de mujeres, esto último las entusiasmó, de manera que, cuando los espíritus más convencionales hicieron preso a Jan de Leiden, responsable de la situación, fueron ellas quienes lo liberaron. Sin embargo, ni él ni los demás anabaptistas se libraron de la terrible venganza del obispo:después de un prolongado asedio, se tomó por asalto la ciudad, los anabaptistas sufrieron brutales torturas y sus cuerpos mutilados fueron puestos en jaulas, que se colgaron en el campanario de la iglesia de San Lamberto, y ofrecidos a las cornejas —las jaulas siguen allí en recuerdo de la severidad de la Iglesia apostólica—. Posteriormente los anabaptistas recuperaron la paz, adoptaron el nombre de menonitas (por el holandés Menno Simons) y afrontaron la segunda oleada de persecuciones en los Países Bajos. Más tarde, muchos de ellos emigraron a América donde fundaron la comunidad de Amish, en el estado de Pensilvania (representada en la película Único testigo). Otros sobrevivieron ocultos en Emmental y en el cantón de Jura, alrededor de Bellelay. Su rebelión anarquista es un precedente del fundamentalismo democrático que animará posteriormente a los calvinistas holandeses, a los puritanos ingleses y a los «padres peregrinos» americanos. Con su poderío militar y sus puertos alpinos, los suizos se convirtieron en una gran potencia. Y puesto que instituyeron gobiernos antiautoritarios y dieron la bienvenida a la Reforma, excepto en los cantones primitivos de Uri, Schwyz y Unterwald, Suiza se convirtió en la patria de dos reformadores: Ulrico Zuinglio en Zúrich y Juan Calvino en Ginebra.
El Estado teocrático calvinista de Ginebra..
En Ginebra se produjo un encuentro entre la ciudad y un hombre que tendría importantes consecuencias en la historia universal. La ciudad, situada en el cruce de las rutas comerciales, estaba en guerra con sus señores, el obispo y el Duque de Saboya: ambos obstaculizaban el desarrollo de su comercio y le apretaban el cinturón. Dada la situación, los ciudadanos pidieron ayuda a los suizos, quienes acudieron de buen grado e hicieron huir al obispo y al duque. Como el clero católico era considerado un enemigo, la ciudad adoptó la Reforma. Dos meses después, el destino se presentó en la ciudad en la persona de Juan Calvino (1536).
Calvino era de Noyon, Francia, y había estudiado derecho; pero a través de sus escritos se había hecho un nombre como teólogo reformista. Creía en la predestinación (en el destino), es decir, en que desde el principio de la Creación Dios había predeterminado ya quién se salvaría y quién se condenaría. A primera vista, esta absurda doctrina parece decir que la moral no puede influir sobre el comportamiento humano, pues todo está escrito. Y así es desde el punto de vista teórico; pero, desde el punto de vista práctico, dice más bien lo contrario: puesto que obrar y vivir en el temor de Dios se interpreta como síntoma de que se es uno de los pocos elegidos, todos desean descubrir en sí mismos los signos de la gracia divina y obran convenientemente. La doctrina de Calvino era una especie de profecía que se cumplía a sí misma.
También tenía su propio sistema inmunológico: en caso de persecución, la constante preocupación por salvarse convertía la ascesis y la perseverancia en un signo evidente de que se estaba entre los elegidos. Hacía que el individuo desarrollara una conciencia moral elitista y que se sintiera parte de la comunidad de los santos. Quien perseguía a los calvinistas, los fortalecía. Ocurría lo mismo que en la paradójica amistad entre sádicos y masoquistas.
Cuando Calvino llegó a Ginebra, colaboró con el reformador Guillermo Farel, en trance de implantar un riguroso régimen moral. Contra él se rebeló el partido libertino (término que tomó el significado de desenfrenado o vicioso en la contrapropaganda de Calvino) y echó a los reformadores de la ciudad. El obispo católico regresó, y con él la arbitrariedad y la corrupción que tanto perjudicaban al comercio. Arrepentidos, los grandes comerciantes hicieron volver a Calvino y le transfirieron todo el poder. Calvino se convirtió en una suerte de ayatolá protestante y fundó un Estado teocrático Si la utopía se ha realizado en algún lugar, ha sido en Ginebra entre 1541 y 1564 bajo la dirección de Calvino, cuyo sistema se convirtió en el modelo de la mayoría de las comunidades fundamentalistas y puritanas de Holanda, Inglaterra y Estados Unidos.
El principio supremo del Estado teocrático radicaba en la afirmación de que el derecho y la ley de la comunidad están escritos en la Biblia. La interpretación de esta ley es tarea de los pastores y de los mayores (presbíteros). La autoridad terrenal también está subordinada a su órgano supremo (en Ginebra, el Consistorio). Esto suponía implantar una teocracia (poder de Dios) como en el antiguo Israel. La asistencia a la misa se hizo obligatoria y la virtud se convirtió en ley. El placer o, según se mire, el vicio quedó prohibido. Concretamente, se prohibieron las canciones indecorosas, el baile, el juego, el alcohol, los bares, los excesos gastronómicos, el lujo, el teatro, los cortes de pelo llamativos y la ropa indecente. Se determinó el número de platos que podía tener una comida.
Los adornos y las joyas resultaban tan molestos como los nombres de santos, ante los que se prefería nombres bíblicos como Habacuc o Samuel. Sobre la prostitución, el adulterio, la blasfemia y la idolatría pesaba la pena de muerte. Sin embargo, Calvino permitió el préstamo de dinero a cambio de intereses, siempre que éstos no fueran abusivos. La idea de la elección por la gracia, la importancia de las Sagradas Escrituras, la relevancia concedida no a la conciencia sino a la ley, y la autorización de prestar dinero a cambio de intereses, aproximaban a los calvinistas al pueblo de Israel, al tiempo que los distanciaban de los luteranos. Pero, sobre todo, hicieron perder terreno al antisemitismo, consiguiendo que en los países en los que caló el calvinismo, como Holanda, Inglaterra y Estados Unidos, el antisemitismo fuera insignificante a diferencia de lo que ocurrió en España, Francia, Alemania, Polonia y Rusia.
El régimen de Calvino en Ginebra era totalitario. Los mayores y los pastores, verdaderos policías de la moral, controlaban cada movimiento, tomando declaración y expulsando de la ciudad a los que incurrían en alguna falta. Sin embargo, la fama de Ginebra se extendió por toda Europa. Los viajeros quedaban encantados al comprobar que en la ciudad no había ni robos, ni vicio, ni prostitutas, ni asesinatos, ni enfrentamientos entre partidos. Escribían a sus casas diciendo que allí la delincuencia y la pobreza eran desconocidas. Lo que reinaba era el cumplimiento del deber, la pureza de costumbres, la caridad y la ascesis mediante el trabajo. Pues, según Calvino, uno de los mandamientos del Señor era éste: el hombre no ha de desaprovechar inútilmente el tiempo que Dios le ha dado, y si lo hace, esto es un signo de que se condenará. Si, por el contrario, lo aprovecha debidamente en el trabajo, esto significa que está entre los elegidos. Si ve aumentar su dinero como resultado de su trabajo, esto también indica que es uno de los elegidos, lo que convence siempre a los afortunados.
Consecuencia: el calvinismo armonizaba perfectamente con los intereses comerciales de Ginebra, con el capitalismo en general y con la búsqueda del éxito propia del norteamericano.
Así nos lo enseña Max Weber, el padre de la sociología alemana, en su libro sobre La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Por lo tanto, si el luteranismo había posibilitado el matrimonio entre la religión y el Estado (véase Prusia), el calvinismo hizo posible el matrimonio entre la religión y el dinero.
La Reforma ayudó al nacimiento de la modernidad.
La Contrarreforma católica
¿Por qué pudo extenderse la Reforma durante la primera mitad del siglo sin chocar con la resistencia del emperador o de la Iglesia? Respuesta:
(Continuará))
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