Este domingo 12 de setiembre, asistí a escuchar una importante conferencia cristiana, de profundo contenido revelador. El tema: La Condenación.
En efecto, existe un antes y un después del sacrificio del Cordero, nuestro Salvador: Jesús, el Cristo. La Ley de Moisés primaba en el Antiguo Testamento, desde Adán. Ahora prima la Gracia de Jesucristo en el Nuevo Testamento. La ley terminó con Jesús. La Gracia es un regalo divino concedido a la humanidad por la sangre redentora del Cordero:
Toda criatura puede salvarse de la condenación arrepintiéndose y recibiendo a Jesús como su Salvador.
Esa es la gran nueva que transmitimos los cristianos, embajadores del reino de Dios, al mundo. No requiere de sacrificios excepcionales, como la circuncisión en el Antiguo Testamento, etc. No obstante, la Gracia no es “haga lo que quiera y luego arrepiéntase”, y así sucesivamente. La Gracia es autodisciplina, obediencia plena y consciente. La desobediencia es pecado, y todo pecado merece castigo.
La Conferencia me ha motivado para publicar en el Blog mi siguiente reflexión fechada en el verano.
EMBAJADORES DE JESUCRISTO (Parte 2)
Introducción:
El sino del hombre y la mujer es SERVIR:
Se sirve a los hijos, se sirve a los padres, se sirve a los hermanos, se sirve a los amigos, se sirve a la empresa, se sirve a los usuarios, se sirva al líder, se sirva al pueblo, se sirve a causas nobles e innobles, se sirve al mundo…., se sirve al Hacedor del mundo conforme a su Palabra: “El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido (Mateo 23:11-12)
La pregunta clave es: ¿PARA QUE ANHELAMOS VIDA LONGEVA, RIQUEZA Y PODER?
Sólo hay dos respuestas:
1) Para servir sólo a los sentidos carnales imperfectos, egoístas y sensuales, atrapados en la servidumbre de la oscuridad donde reina el príncipe de las tinieblas, degradándose la vida, la riqueza y el poder. Aquí todo es ilusión, sostenido por la mentira y el odio del maligno. O bien,
2) Para servir a Dios, su Reino y su Justicia, de donde proviene la vida, la riqueza y el poder ennoblecidos. Liberados en el servicio de la luz, aquí todo es real, basado en la perfecta verdad del amor del Benigno.
No hay respuesta intermedia. O se es frío o se es caliente, pero nunca tibio. El Señor dice en su Palabra que los prefiere calientes o fríos, pero no tibios, a éstos los vomita. (Ap 3:15-16)
Ahora bien, exploremos el Reino de Dios.
EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA ES PRESENTE
“Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (Luc 17:20-21) Y ha “venido con poder” (Mar 9:1).
Así es. El reino de Dios y su Justicia es presente, está aquí y ahora, mental, corpóreo y poderoso. El presente es pasado y futuro. “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Ap. 1:8). Dios es, Su reino es. El es el amo del tiempo y del espacio.
Cada Embajador de Cristo es esa “mente de reino” manifestada colectivamente en el “Cuerpo de Cristo”, su Iglesia, que es la depositaria de Reino de los Cielos hoy, ayer y mañana.
En el diseño del Plan divino de Salvación, Jesús el Salvador del mundo y Rey de Reyes, personifica el reino de Dios. El desplegó su Ministerio con el excelente mensaje del reino, predicando “ARREPENTÍOS PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA ACERCADO” (Mat 4:17). Y en Lucas 4:43: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado”.
Su prédica del reino es concisa y brillante: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa. (Mat 12:28-29)
Contundente!: La casa (el reino) del hombre fuerte, el príncipe de las tinieblas, es el mundo, y los pecadores sus bienes. Jesús, el Mesías, ha llegado a minar ese nefasto reinado, destruyendo todo lo hecho por Satanás e instalar y expandir el reino de Su Padre, por el cual debemos actuar conforme dice Pablo: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia (Heb.12:28)
Luego continúa enseñando: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. (Mat 12:30). Jesús está, pues, exhortando a los que le aman y le siguen para que sean dignos herederos y gocen de los frutos del reino de Dios, aquí y ahora. Así lo confirma en su denuncia a los fariseos: “Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando”. (Mat 23:13)
En la prédica del Evangelio del Reino convergen el pasado y el futuro, se sintetizan el Antiguo y el Nuevo Testamento: Adán, el primer hombre hecho del polvo de la tierra a imagen y semejanza de Dios, fue engañado en su naturaleza terrenal y finalmente derrotado por Satanás. Perdió el reinado del Edén terrenal. Pecó e introdujo la muerte espiritual. Un solo hombre condenó a toda la humanidad. Mas Jesús, de naturaleza espiritual fue hecho hombre para salvación, y no obstante padecer tentado hábilmente por Satanás ( Heb 2:18), Jesús le derrotó inobjetablemente, restauro e introdujo el reino y la vida eterna. Un solo Hombre liberó de la cautividad del pecado a todos los hombres (1Cor 15:21,45)
De esta manera, el mensaje de salvación del reino profetizado en el Antiguo Testamento: “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sión: ¡Tu Dios reina!” (Isaias 52:7), fue cumplido en el Nuevo Testamento con la vida, muerte y resurrección de nuestro Salvador Jesucristo, vía crucis de inmenso amor cuyo antecedente fue anunciado por Dios Padre cuando probó a Abraham: “Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos”. (Génesis 22:2,4). El sacrificio no fue consumado, sino mucho después con el unigénito de Dios Padre, bendito que “tanto nos amó” y nos dio a su Hijo amado Jesús, el Cordero, consumando el sacrificio para salvación, por única vez ( Heb 9:28).
El proceso divino del Reino prosigue su curso ineluctable hasta cuando Jesús ”entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies “ (1Cor 15-24-25).Confirmando la promesa a sus doce discípulos: “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí. Para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel” ( Luc 22:28-30). ¡Gloria a Dios!
Ahora bien, un reinado se caracteriza por la calidad de sus habitantes. Sin gente capaz, no hay, no puede haber un reinado eficaz. Un reinado es, lo que su gente es. No son las cosas materiales lo que define un reinado bien establecido, sino sus principios, su visión y sus valores comunes; en otras palabras: La naturaleza espiritual de su gente. He ahí el Evangelio del Reino.
Jesús, en su sabiduría humana y divina, supo enseñar y conquistar gente idónea en valores para sembrar la semilla del Reino, (Mar 4:26 ), justamente en un ambiente adverso, en un campo desertificado por una “generación de víboras” (Mat 12:34). Y agradeció a su Padre por haber ocultado los misterios del Reino a los sabios y doctos de esa generación perversa de religiosos dogmáticos, sensuales e hipócritas (Mat. 11:25). Jesús seleccionó de entre gente laboriosa y sencilla a sus doce Discípulos, empezando por los rudos hermanos pescadores Simón (Pedro) y Andrés, a quienes les dijo: “venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mat 4:18-19). Mas también escogió gente culta de corazón altruista entre las clases medias y altas, como Mateo, José de Arimatea, etc., luego al extraordinario varón judío-romano Saulo de Tarso, llamado Pablo.
No quepa duda, nosotros los Embajadores de Cristo somos los continuadores de la Gran Comisión asignado a sus primeros Discípulos para extender el reino, en tanto somos del linaje de Jesús. Por tanto, personificamos el reino de Dios y su Justicia, y tenemos el poder del Espíritu Santo para obrar: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. ( Jn 14:12).
De esta manera, siendo Embajada y Embajadores, Sacerdotes y Reyes, somos responsables de la continuidad histórica y actual de extender, difundir y amplificar el reino de Dios y su Justicia, propiciando la segunda venida de Jesús como Rey de Reyes, Sumo Sacerdote y Señor de Señores. No hacerlo significa perder la heredad (Mat 8:5-13) Compromiso y responsabilidad hoy más actual que nunca, dada la inminencia del advenimiento de Jesús, cuya señal fundamental es que “será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mat 24:14)
He aquí un resumen de nuestros compromisos y responsabilidades:
1. Pasar de oídores a hacedores de la Palabra (Stg 1:22) (Heb 13:14-16)
2. Hacer manifiesto que somos Justicia de Dios (2Cor 5:21)
3. Ir en pos de las almas perdidas )Stg 5:20)
4. Ocupar todos los espacios en tinieblas del mundo, confiando en Dios (Sal 37:3)
La gracia de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo sea con todos.
Inicio del verano 2010.
Vuestro hermano en Cristo y Embajador: Julio
No hay comentarios:
Publicar un comentario