lunes, 23 de junio de 2014

LA SALVACIÓN DIVINA

I. EL PROBLEMA DEL PECADO: Génesis, el primer libro de la Biblia, narra la historia de la creación y la caída del género humano: “...dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree … sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1.26-27). El primer hombre y la primera mujer vivieron en un ambiente perfecto y libre del conocimiento del mal. Así como Dios es un ser moral y aprueba lo bueno y aborrece lo malo (véase Deuteronomio 16.22; Salmo 5.5;), de igual modo, el hombre es un ser moral capaz de escoger entre las opciones morales. El hombre no fue creado como un títere. De manera que para que el libre albedrío del ser humano tuviera sentido, Dios le dio el derecho de escoger entre el bien y el mal en el huerto del Edén. Sin embargo, Satanás, un ángel caído a causa de su orgullo, retó a la mujer a que reconsiderara el mandamiento de Dios. Al hacerlo, ella notó que era un “árbol bueno para comer” (Génesis 3.6), agradable a los ojos y codiciable para alcanzar la sabiduría, de modo que ella “... tomó de su fruto y comió”. Ella compartió del mismo fruto con su esposo, quien también comió. Entonces al dudar de la palabra de Dios, el hombre escogió desobedecerle (véase Génesis 3.3-5). La desobediencia del hombre a la Palabra de Dios resultó en su caída. Así fue como él se convirtió en un pecador y recibió una naturaleza depravada (veáse Génesis 6.5; Romanos 5.12; 1 Corintios 15.21-22). Una de las consecuencias inmediatas de la caída (pecado) fue la separación del hombre de Dios (véase Salmo 5.4; Isaías 59.2; Romanos 8.7-8). Dios es santo por naturaleza (el más mencionado de todos los atributos de Dios) y, por tanto, él no tolera el pecado. El pecado produjo una brecha entre nuestro Dios santo y el hombre pecaminoso y caído. II. EL AMOR DE DIOS: Ya que Dios es un Dios de amor fue así que él proveyó el camino a la redención. Después del primer pecado del hombre, Dios prometió que la simiente de la mujer aplastaría el poder de Satanás, haciendo así posible la restauración de la relación entre Dios y el hombre (véase Génesis 3.15). Para hacerlo, Dios escogió a Abraham y a sus descendientes a fin de que prepararan al hombre para la venida del Redentor, Jesucristo. Después de lo que sucedió en Caldea, Dios hizo un pacto con Abraham (véase Génesis 15.7-17). Este pacto entre Dios y Abraham fue hecho cuando se vio una “vasija con fuego humeando” con brasas encendidas (véase Génesis 15.17; 19.28; Éxodo 19.18; Hebreos 12.29) y una “antorcha de fuego” (véase Génesis 15.17; 2 Samuel 21.17; 22.7, 9; 1 Reyes 11.36) que pasó por entre los animales divididos. La vasija con fuego humeando representaba a Dios y la antorcha encendida a Jesucristo, la luz del mundo. Al principio de su evangelio, Juan escribe: “Y aquel Verbo [Jesús] fue hecho carne, y habitó entre nosotros ... lleno de gracia y de verdad. ... de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1.14, 16-17). Y aunque los judíos eran el pueblo escogido, a través de su historia ellos aprendieron que lo único que podían hacer era estar indecisos entre el bien y el mal. Ellos necesitaban algo que sobrepasara a la ley para poder llegar a ser buenos; ellos necesitaban una nueva naturaleza. “Cuando vino el cumplimiento del tiempo”, Dios envió a su Hijo como el Hombre perfecto para redimir al hombre caído (véase Gálatas 4.4). Cuando Jesús tuvo unos treinta años, él comenzó su ministerio para establecer un camino nuevo de manera que Dios tratara con el hombre. Por medio de su muerte, él llegó a ser “...el Mediador de un nuevo pacto” (véase Hebreos 12.24; 8.8, 13; Lucas 16.16; Romanos 10.4), “...lleno de gracia y verdad” (Juan 1.17; 1 Pedro 1.10; 2 Timoteo 2.1). III. JESUCRISTO: EL UNICO CAMINO Jesucristo predicó que él es el único camino a la vida eterna. Él dijo que “…todo aquél que ve al Hijo, y cree en él [en Jesús], tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6.40, 47). Él también dijo: “…Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8.12; 9.5). En respuesta a una pregunta, Jesús le dijo a Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14.5). Jesús le dijo a los judíos que habían creído en él: “Si vosotros permanecéis en mi palabra…conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8.31-32). Jesús prometió que “…el que guarda mi palabra, nunca verá muerte” (Juan 8.51). Estas enseñanzas no dejan duda de que solamente hay un camino. El propósito de la misión de Jesús es salvar al pecador, pero si el pecador le rechaza, no hay otra manera de obtener vida eterna. El pecador será juzgado por lo que él rechace, la palabra que Jesús ha predicado. El juicio tendrá lugar en base a la autoridad de Dios padre. Ël le dio a Jesús hijo el poder de perdonar pecados, como Jesús lo testificó al principio de su ministerio (veáse Marcos 2:10; Lucas 7:48). Aunque Jesús hizo muchos milagros, éstos no fueron la razón principal de su ministerio. De hecho, él a menudo trataba de evitar que la gente le prestara demasiada atención a los mismos, al pedirle a las personas sanadas que no se lo dijeran a otros (véase Mateo 8.4; Marcos 3.12; 5.43; 7.36; 8.26, 30; 9.9). A menudo, él incluía una lección espiritual para que los hombres miraran más allá de lo milagroso. El principal ministerio de Jesús fue espiritual. Él hizo milagros para apoyar este ministerio, no para estorbarlo. Las soluciones a los problemas físicos no deben impedir la solución al problema principal del hombre, o sea, su problema espiritual. De aquí que la Biblia nos enseña que Jesús vino al mundo para redimir al hombre por medio de su muerte y resurrección. Su resurrección es la principal prueba de su posición mesiánica. Como Pablo escribió, él “...fue declarado Hijo de Dios...por la [Su] resurrección de entre los muertos” (Romanos 1.4). RESUMEN: 1. La Salvación-redención que Cristo nos ha traído está disponible para todos los que estén dispuestos a creer, arrepentirse, obedecer y seguirle como discípulos suyos. Todo esto es indispensable para poder recibir la vida eterna. Nadie debe pensar que la fe por sí sola basta. El apóstol Santiago dice: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”(Stgo. 1:22) 2. Siempre debemos leer y estudiar la Biblia. Para poder aprender de Dios y de su plan para nosotros, debemos leer, leer y leer las escrituras. Sólo así podremos ver por nosotros mismos lo que las mismas enseñan. Si estudiamos la palabra de Dios con toda sinceridad y en humilde oración, hallaremos la verdad. Y también encontraremos el llamado de Dios a vivir una vida santa. (Síntesis basado en el texto del teólogo Leland M. Haines)